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Foto del escritorDavid Balaguer

Adiós Año Viejo. Feliz Año Nuevo.

Adiós Viejo. Feliz Nuevo.

Año viejo, no te despido con recelo o amargura. Quizá con cierta tristeza: Esa de las cosas que me hubiera gustado que hubieran sido de otra manera. Has sido un año duro, pero ¿acaso no todos lo sois? Puede que haya querido adelantar las manecillas del reloj unas cuantas semanas, las suficientes como para creer que habías desaparecido, que ya te había relevado con tu digno sucesor. No le muestres envidia, así yo no te guardaré rencor. Es el momento de abdicar, de que tomen tu relevo, de que pases a mi recuerdo.

Cuenta la historia y la tradición de los nativos indígenas del noroeste de América…

…mejor te lo cuenta Eduardo Galeano:

A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia. Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla. Ventanas sobre la Memoria –  Eduardo Galeano  

…los pedazos de la mejor obra del maestro que se retira… …esos son los que incorpora a su arcilla el artista que se inicia.

Quédate con todo lo bueno que el pasado año te dejó. Que algo hay. Eso bueno te ha ocurrido, aunque se haya roto en mil pedazos. Sea lo que sea lo que lo rompió: el año, las decisiones, los errores, la lentitud, la precipitación…


Es hora de recoger los pedazos de lo mejor que nos ocurrió y, con esa arcilla, construir este año nuevo que empieza ya. Que empieza cada día. Porque cada día es el primer día de el resto de tu vida.

Aunque leas esto un 12 de marzo o un 21 de abril, después de un 11 de marzo o de un 20 de abril nefastos. Coge los pedazos. Y con esa arcilla vuelve a empezar a construir.

Te vas, viejo. Y automáticamente llegará otro. El nuevo.

A ti, nuevo, no hace falta invitarte: Vienes solo. Y aunque llegues ya maltrecho por los agoreros, bienvenido. Te prometo y me comprometo a que vas a ser el primero del resto de nuestras vidas. Con sus cosas. Las nuestras al fin y al cabo. Te prometo y me comprometo que, aunque vengas sin invitación, vas a encontrarte con otros que sí están invitados:  Te prometo y me comprometo invitar a nuestras calidades y nuestras mejores emociones. De mi parte invito un corazón abierto, un saber estar centrado y confiar en la vida. Confiar que me entrega, en el momento justo, justo lo que necesito. Estos invitados tiene la fiesta. A ver que eres capaz de traer tú. Sea lo que sea, así nos encontrarás.

Con mis mejores deseos, feliz año nuevo.

Feliz vida nueva.

Te abrazo.

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